Sunday, January 6, 2013

A un nihilista en la hora del diablo



"-Nunca tuve infancia, ni adolescencia, ni, por tanto, llegué nunca a la edad viril. Soy el negativo absoluto, la encarnación de la nada. Lo que se desea y no se puede obtener, lo que se sueña porque no puede existir, ahí se encuentra mi reino vano y ahí está establecido el trono que no me fue otorgado. Lo que podría haber sido, lo que debería haber existido, lo que la Ley o la Suerte no me concedieron, lo arrojé a manos llenas al alma del hombre, y esta se perturbó al sentir la vida viva con lo que no existe. Soy el olvido de todos los deberes, la incertidumbre de todas las intenciones. Los tristes y los cansados de la vida, tras despertar de la ilusión, alzan la mirada hacia mí, porque yo también, a mi modo, soy la Estrella Brillante de la Mañana. ¡Y hace tanto tiempo que lo soy! Otro vino a substituirme (...).

-La humanidad es pagana. Ninguna religión ha conseguido penetrarla. En el alma de un hombre vulgar tampoco reside el poder de creer en la supervivencia de esa misma alma. El hombre es un animal que se despierta, sin saber dónde, ni para qué.
Cuando adora a los Dioses, los adora como si fueran amuletos. Su religión es un sortilegio."

Fernando Pessoa, La hora del diablo

Lo posible, donde quiera que esté, no sólo funciona como utopía, sino como maldición también. La estructura formal de la maldición es puramente performativa: yo te digo, y al decirte te nombro, al decirte te hago, te introduzco en el espacio simbólico. Pero no te digo, sino que te maldigo, te digo mal, te creo mal, como algo defectuoso, algo que podría y debería no haber sido, algo a lo que no se le concedió algo que podía habérsele concedido. La privación de la actualidad en la indeterminación de lo posible en ese otro mundo nuestro de ahora, el debidamente olvidado, el de la vida viva con lo que no existe.

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