Friday, September 13, 2013

La encarnación surrealista

En "La producción sistemática de simulacros irracionales" Eduardo Subirats (Proceso a la civilización: La crítica de la modernidad en la historia del cine) analiza Un chien andalou (1929) como la encarnación de los procesos subconscientes en la realidad material. Se desprende ya en el Primer manifiesto (1924) que esta transmutación alucinante (la materialización de la irracionalidad) es uno de los objetivos base del proyecto surrealista, y acto seguido se empieza a enaltecer la predisposición lógica del medio del cine para llevar a cabo esta operación, sobre todo desde su analogía con el sueño (Jean Goudal, "Surréalisme et cinéma,"1925.) Lo que resulta más iluminador es que, debido a las disquisiciones de Subirats sobre la afinidad de Dalí con la sensibilidad católica, nos damos cuenta cómo Un chien andalou revela las similitudes del proceso surrealista con el momento de la encarnación desde un punto de vista católico (imaginero e imaginario.) La fantasía surrealista corresponde a la cristiana en cuanto a que los designios inescrutables del subconsciente se materializan para que así se manifieste la expresión de la auténtica realidad, el subconsciente o el reino de los cielos, que subyace y antecede a la experiencia cotidiana/terrenal. Debemos hablar de una afinidad específicamente católica, ya que esta expresión debe desembocar siempre en imágenes, precedidas por la profecía o el sueño (que se entretejen en Freud, científico surrealista, como lo que podría llamarse una onirización del destino.) La imagen en ambos casos supone el medio para comunicarnos con lo oculto o lo divino mediante las reacciones instintivas del sobrecogimiento, la pena y el asco. La exhibición del acto de rajar el globo ocular es una crucifixión.

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