El problema, para mí, es un uso zalamero de la maravilla. Again, la maravilla y el milagro son subversivos en sí, porque desechan la lógica de la causalidad y literalizan (presentan en sus propios términos, sin interpretaciones) esta puta realidad. El problema no es la maravilla sino el estilo que se emplea al contar la maravilla. Lo real maravilloso lo lleva a una a un standby, un shock que impide que pensemos o vayamos más allá. Esto puede emplearse para una comprensión de lo irresoluble y contingente, de lo incomprensible que es este mundo. El problema es cómo pronunciamos el adjetivo "incomprensible", si lo hacemos al grito, interpelando (¡eh, tú!), advirtiendo de un bache en la carretera (cuidado!) o cuando sentimos algo inesperado de repente (quítamelo!). O, a lo García Márquez, se puede pronunciar dulcemente, ronroneante, demorándose en el placer de cada consonante líquida (incomprrrensibllle), en una seducción sensorial envolvente que la hace a una pensar de manera somnolienta "pues tampoco estamos tan mal, la vida es bella, qué se le va a hacer ".
Yo digo que, en este sentido, la manera de relatar de García Márquez es existencialmente conservadora. Tampoco le faltarán virtudes o hallazgos, pero no seré yo quien las enumere, porque es que a mí no me gusta García Márquez. Y aún así, estoy totalmente de acuerdo con él en que el hielo es un espectáculo.
Aquí les dejo con unos fragmentos del poeta colombiano X-504.
Yo digo que, en este sentido, la manera de relatar de García Márquez es existencialmente conservadora. Tampoco le faltarán virtudes o hallazgos, pero no seré yo quien las enumere, porque es que a mí no me gusta García Márquez. Y aún así, estoy totalmente de acuerdo con él en que el hielo es un espectáculo.
Aquí les dejo con unos fragmentos del poeta colombiano X-504.
Por nombre Roy
I
Dos veces repetí el mismo viaje y dos veces me sucedió exactamente lo mismo:
(...)
Solo corríamos y corríamos hasta que, sonrosado y jadeante,
se dejaba caer a la sombra de su perro preferido,
asomando entre sus dientes un pétalo rojo de tulipán.
III
(...)
pero ya el bus había partido un minuto antes, por lo que me era necesario comenzar el camino a pie,
dando un gran rodeo por la carretera de circunvalación, donde están instalados los depósitos de hielo,
cuyos tanques de cristal cortan a trechos los bancales de la carretera
y contra los cuales uno puede poner la mano para que se le enfríe,
o hacer reflejar los ojos y en fin, por cuyos bordes uno puede pasear mirando las brillantes superficies y el halo verde de las orillas,
olvidándose de regresar a la ciudad, pues en cualquier parte donde nos encontremos ya hemos
llegado.
X-504, Poemas de la ofensa